martes, marzo 08, 2005

¿Is a Blog a Friend?

Yesterday I was walking towards the subway. I wasn't in a very nice mood, a little bit depressed and uneasy. I felt like writing in the blog, in a way that in any other situation -I realized- it would be like talking to a friend. Just to chat in the way I feel.
I know that I write for me AND also for some other people. For me, it's a way to let whomever (friend or foe, you might say) aware of who I am and what am I doing. I try to be honest, but I've been forced to let some things incomplete, but always with a way to get the rest of it, at least.
All this because I was checking out the bloggies and there are so many reasons why blogs are created.
I think everybody's got the right to write about anything. I was reading tony pierce's blog, and apparently I've broken almost every blog "NO" in his "How to blog" post, but what the hell? Probably so few people check out my blog that it's probably more worthy using it to build up stronger relationships with the people I know and also a way to find out about some other people, to let others to know who you are. Of course you can always lie, you can create yet another mask, but what for?. You can always do another blog (more real, more fake, whatever) in another site.....
However, my intentions are only to encourage and support writing. You can write whatever you feel like: everyday things, extraordinary things, things you like or you do. What I really thing is important about a blog (and this guy Tony Pierce agrees) is to write. To write about all sorts of things, write twice a day, post images and links (this is one thing I really want to improve!), write about your dreams and dissapointments, write, write, write.
So I'm writing again, for me, for my friends, for anyone who wants to come over and read. Just keep writing, that's what is all about.

lunes, marzo 07, 2005

En busca du Onda Perfeita


Agua. Voluptuosa energía. Dinamismo increíble. Manifiesto de la fuerza de la Naturaleza. Las olas que muerden la playa impasible, las olas que destruyen y transforman. Las olas que viajan y se dispersan. Las olas que te llevan, metafóricamente al igual que en la realidad. Así es el agua también: ambigua y escurridiza, como toda gran verdad sobre la Tierra. Posted by Hello

Bella Fealdad o Fea Belleza


La Ciudad del Caos suele ser horrible, pero a veces un buen ojo puede avistar escenas que se nos escapan por falta de perspectiva o de simple visión. Avenida Paseo de La Reforma. Posted by Hello

La Marajam

La Motor Home (o Marajam pa'los cuates), fue mi hogar por unos años en Ensenada. Una flamante Pace Arrow modelo 1976 que sufrió insistentes y contínuas modificaciones para cumplir mis caprichos más infantiles. Fue por estas épocas cuando me dí cuenta que vivía exactamente como lo hubiera querido cuando era niño.

Fea foto, pero hermosísimo recuerdo. La Marajam en proceso de construcción. Nótese la adición de medio piso bajo la lona azul, gracias al Meli, Vlad, Barbas, Bruno y al resto de la banda que me ayudó a cumplir este otro sueño. El Sauzal de Rodríguez, Baja California Circa 1999. Posted by Hello

El Picacho del Diablo


Este es el punto más alto de Baja California: El Picacho del Diablo. Frío y nieve caracterizan a esta montaña de 3,100 m de alto. El escenario donde vi por primera vez (e increíblemente cerca) a un venado cola blanca, donde dormí entre aullidos de cientos (si, cientos) de coyotes. Donde confundí a la Vía Láctea con una hilera de nubes. Donde hice el amor a MT con una caída de al menos 500 metros a un lado de nosotros, donde he sentido el frío más increíble de mi vida, donde vi a mi primer cometa, el Hyakutake. Un lugar mágico y único que conservo como una joya en mi memoria. La Sierra de San Pedro Mártir alberga a este coloso. Visto desde el Observatorio Astronómico Nacional, luce aún más imponente la punta del batolito bajacaliforniano, una de las rocas más grandes del mundo.Posted by Hello

La Baja


Últimamente he extrañado muchísimo ese hermoso lugar que es Baja California. La síntesis de mar y montaña, bosque y desierto. La mezcla increíble y ambigua de viento y marea, de civilización y abandono. Hoy veo a Baja California como parte de mi pasado y de mi futuro, porque -pase lo que pase- nuevamente estaré ahí gozando de la tierra que dió la descripción perfecta para el resto de México: "Pobre, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Posted by Hello

El Laberinto y La Orquídea (parte III)

Esa semana pasó sin novedad alguna y el corazón latente seguía habitando la misma hoja doblada dentro de un bolsillo del estuche de Facundo, casi gimiendo por la tristeza y el olvido. Cada día que pasaba se sentía más solo y desesperado. Cuando estaba a punto de claudicar, de parar sus latidos, Facundo lo sacaba y acariciaba, consolándolo e infundiéndole fuerzas para aguantar vivo hasta el día en el que Pamela pudiera tenerlo en sus manos. Sabía que cuando eso pasara, su corazón no podría dejar ni un solo minuto de vivir con el gusto de haber sido la razón de haberse conocido.
Poco faltó para que Facundo perdiera la noción del tiempo mientras esperaba encontrar a Pamela. Pasaba los días sentado en escaleras que no parecían llevar a ningún lado. Se hizo la costumbre de dar breves paseos por el Vergel, mientras charlaba con su propia sombra, que era tan real como las rocas y animada hasta el extremo de que Facundo llegó a sorprenderla mientras hurgaba entre las otras sombras de árboles y bancas el matiz de la tristeza y el recuerdo perdido de su descanso, con el que podía entretenerse mientras seguía a Facundo por los secretos arrinconados de su existencia.
Durante uno de esos paseos, Facundo se extrañó de que su sombra se le adelantara durante breves instantes a sus propios pasos, tratando de evadirlo y sudando pequeñísimas gotas de oscuridad fugaz al tratar de zafarse del mismo cuerpo que la proyectaba.
Y Facundo respiró entonces un aire que se parecía mucho a la alegría. Levantó la vista y encontró en las escaleras infinitas y soleadas a Pamela. Llevó su mano a la bolsa y sacó el corazón cuasimarchito, confundiendo sus venas y arterias con las arrugas del papel, pero aún latiendo fuertemente, portando la misma belleza con la que Facundo lo había plasmado en la hoja de papel. Caminó hacia ella y le entregó la hoja. –Es para ti.
Pamela tomó el corazón y mientras trataba de explicarse aquella extraña escena, lo guardó en un cajoncito de su estuche que –curiosamente- nunca había abierto y le dio las gracias. Le habló por algunos minutos, con palabras que Facundo jamás pudo entender, pues nuevamente los profundos ojos verdes de Pamela le arrebataron la razón y sus canicas rodaron y rodaron en su cráneo hasta que poco a poco volvieron a estabilizarse en el centro y sólo entonces pudo atinar a darse cuenta que Pamela tenía rato de haberse ido.
Después de aquel encuentro, la razón de aquella vida de interminable soledad su volvió una lucha desesperada por encontrar nuevamente la emoción de la voz y los osos de Pamela. Fueron muchas las noches sin estrellas las que pasaron por el corazón del Facundo irreconocible. Cambió su vida hasta el grado en el que ya no se dio ni un minuto de descanso en la búsqueda del sentimiento encontrado y perdido. Se dedicó a buscar un tesoro que difícilmente podría describir con imágenes de cualquier clase y las palabras, los adjetivos, perdieron todo el sentido de calificar o describir lo que sentía.
Después de aquella tarde, Facundo se encontró varias veces con Pamela y trató de arrancarle aquella sonrisa traviesa con la que la había conocido. Sin embargo, Pamela no sólo no le sonrió, sino que demostró fría y ausente, como si viviera apenas perceptible a la ansiedad y a la locura inexplicable de Facundo y la desesperación del pobre se volvió dura y escamosa; sus lágrimas se volvieron de vidrio y el carácter tan distraído que hasta su propia sombra comenzó a guiarlo, por temor a que fuera a perderse en el laberinto de su propia tristeza.
Los días siguieron su cauce normal y el recuerdo de Pamela le iba dejando un rastro cada vez más profundo, como una vereda que se abre paso entre la selva, contundente pero frágil, que contra la presión del follaje terminó por convertirse en el recuerdo simple de un amor sometido al rechazo y dignificado en la nostalgia, en el olvido. Facundo comprendió entonces que había tratado de poseer algo que no conocía ni se explicaba; dejó al tiempo la tarea de enseñarle a su razón la infinita ausencia, la carencia, de los ojos verdes de Pamela.
Durante varias semanas siguió confundido, pues deseaba fervientemente ser parte de ella, aunque no podía hacer nada al respecto. Tal vez era la constante e inexplicable indiferencia de ella lo que Facundo no entendía. Tal vez era que Pamela era tan extraña y especial, como una orquídea de las mujeres, que Facundo no podría llegar a saber lo que pensaba, lo que sentina, lo que quería y probablemente si lo querría a él, pero de una manera incomprensible para él, como si fuera ajena a sus sentimientos, sumamente obvios y distinguibles aún vistos de reojo.
Sin saber realmente porqué, Facundo comenzó a cambiar desde aquella tarde. Los sueños comenzaron a ser mucho más reales de lo normal y su vida adquirió un matiz suave pero contundente, como si estuviera resignado a vivir siempre dentro de una locura muy personal, única. Facundo ya no quiso intentar nuevamente el acercamiento que había sido su obsesión durante un par de meses. Volvió a vagar entre el Vergel y nuevamente cayó en el letargo incomprensible y en los sueños eternos.
Todo siguió así durante mucho tiempo. El paisaje adquirió tonos grisáceos y metálicos. Las lluvias invernales nuevamente llegaron y acosaron torrencialmente al pequeño pueblo durante semanas enteras. Una de esas tardes grises, Facundo descansaba bajo uno de los techos artificiales en medio del bullicioso silencio, cuando vio que su sombra, ahora muy tenue, comenzó a temblar sobre el suelo. “Debe ser el maldito frío” –pensó. Pero olvidó el frío, las noches y el hambre cuando escuchó justo enfrente de él la voz ronca, ligera y amable que tan grabada estaba en sus entrañas: “Hola” –dijo la voz- “¿Te acuerdas de mí?”. La voz era de Pamela y salía de la boca risueña y audaz que Facundo recordaba perfectamente.
Los eventos de aquella tarde nuevamente cambiaron la vida de Facundo, porque entendió que el destino lleva un cauce propio y desesperado que no es regulado por el deseo, sino que es una barcaza movida por un viento invisible e imperceptible. Es el cauce inconsciente de los sueños propios, impulsado por el deseo de vivir la vida como nosotros queremos. Es la eventualidad potenciada por la vida. Es lo incomprensible y lo maravilloso. Los sucesos modificados no por el cuerpo, sino por el fondo del estuche que tenemos afuera de nosotros; el estuche que guardaba el propio corazón de Pamela y que Facundo nunca se permitió ver sino hasta la tarde lluviosa y diáfana en la que la vio con los ojos del alma, hasta que permitió que el amor decidiera por él mismo. Entendió que cada persona es un universo propio, que no se puede juzgar ni forzar, que no se puede esperar nada a cambio de nada. Entendió que las personas tenemos sentimientos que no viajan en papeles con vida propia ni se regalan de un estuche a otro, sino que se entregan con la correspondencia simple de la sinceridad abierta y de la verdad desnuda que tanto buscaba Facundo.
La gente que llegó a observar esta escena, cuenta que hablaron durante horas bajo la lluvia y siguieron hablando y acercándose hasta que la lluvia había pasado y los rayos de sol secaron sus estuches mojados. Al final se fueron juntos y mucha gente –al verlos partir- cayó en la cuenta de que los laberintos del alma guardan una orquídea que espera y los estuches suelen esconder un miedo a dar lo que no tenemos, sólo porque no nos hemos dado la oportunidad de sentirlo, de vivirlo. Lo cierto y extraño es que ni a Facundo ni a Pamela se les volvió a ver de nuevo por el Vergel de Loyola –ni juntos ni separados- y se oyó decir mucho tiempo después que el estuche de Facundo había sido hallado –intacto- bajo uno de los techos para protegerse de las lluvias de noviembre y meses después, un gitano afirmó haber visto a un fotógrafo comprando el estuche de Pamela en un bazar de Puerto de Gaita, para usarlo de modelo fijo.
Yo quiero pensar que hay dos almas viajando por el mundo. Invisibles. Creyéndose mutuamente y entendiendo que la razón de vivir no se encuentra detrás de una pared soleada ni de un sueño clandestino, sino volando dentro de un estuche que no ve la hora de ser destruido de golpe, decidiéndose a ser libre en el laberinto que contiene a su propia orquídea.