jueves, agosto 11, 2005

Una pequeña aclaración

Cuando yo estaba en la secundaria, diversos proyectos ocupaban mi mente. Diversas ideas se gestaban en mi cabeza. Como todo adolescente, era yo inestable, frágil y al mismo tiempo ligeramente inconsciente (pues si ¿no? cuál conciencia...). Obviamente no piensa uno en el futuro. A veces nuestras acciones se vuelven reacciones. A veces, sólo una buena guía nos puede indicar el camino, que de otro modo sería en picada. Cuando eres adolescente, a veces necesitas buenos y sabios consejos (bueno, la verdad los necesitas toda la vida) y muy poca gente está dispuesta a acercarse con un grupo de adolescentes y hablarles de la vida.
En aquél entonces, Héctor Castillo fue mi guía espiritual. Era mi maestro de "Orientación" (que en un colegio Lasallista es como se le llama a la clase de religión para fingir que ofrecen una educación laica), pero nunca se guió por el plan de estudios. Sus clases eran una especie de iniciación a la filosofía y una especie de debate entre varios grupitos de opiniones sobre el Bien y el Mal, la Vida y la Muerte, la Felicidad y el Sufrimiento, el Sexo y la Abstinencia...
Por supuesto, casi nadie prestaba verdadera atención o mostraba una fiel entrega a una idea en particular. Prácticamente todo el mundo hacía una especie de opinión en base a llevarle la contraria a alguien más. Algo que en retrospectiva parece imposible en principio, pero que se demostraba en cada clase.
Una vez, Pantoja (de nombre José Antonio, mi mejor amigo en aquél entonces) le preguntó que porqué se gastaba en hablarle a la clase, si todos ignoraban (o incluso rechazaban o se burlaban) de lo que decía. Héctor le contestó: "Con uno sólo de ellos que un día de éstos actúe diferente (o piense diferente, al menos), todo valió la pena".

Hoy me acordé de esto, cuando Gabriela me escribió para hacerme notar que hay al menos una persona que me lee. También Xavier me lo había dicho, pero Xavier es mi amigo desde hace un cuarto de siglo y -como vive en Costa Rica- a veces la única manera de saber si sigo vivo es checando los posts en el blog.
Así que hoy sentí que vale la pena escribir. Vale la pena hacer el esfuerzo para plasmar mis sentimientos e ideas con la mayor honestidad posible. No es que aquí diga yo la verdad, ni que pueda enseñar nada. Mi blog sirve para comunicar mis ideas. Hoy me siento muy agradecido. Hoy me siento diferente, como tal vez sean las ideas en éstas páginas. Me siento bien.

A veces la vida es tan sencilla o tan complicada como nosotros mismos la hacemos. A veces nosotros decidimos darle un curso diferente a nuestros destinos. Si pudiéramos darnos cuenta de la maravillosa inmensidad que hay adentro de todos nosotros, si nos atreviéramos a plasmar las ideas en palabras, seguramente podríamos ser guías y maestros. Seguramente podríamos convertir en aciertos nuestros errores. Seguramente veríamos la vida con mayor claridad y tendríamos mayor valor para enfrentarla. Si nos escucháramos con atención, si dejáramos hablar a "nuestro pequeño maestro" -como decía Héctor, seguramente seríamos más livianos, más honestos y más originales. Porque todos lo llevamos todo adentro y la gran mayoría de las veces no nos damos cuenta. Gracias a esas personas que me recuerdan que la comunicación es importante, que todos tenemos mucho que compartir. Sólo falta que perdamos el miedo y nos lancemos al vacío. Porque ya que somos concientes de lo mucho que podemos compartir, entonces descubrimos que hay mucho por hacer. Manos a la obra!


Dedicado a Gaby y a Xavier.

Mi Filosofía de Escalar

Además de ser un duro, exigente y gratificante deporte, la escalada en roca representa todo un reto mental para el escalador. Puede bien definirse como una lucha con uno mismo. Así como Wolfgang Güllich decía que la parte más difícil del entrenamiento es decidirse a empezar, de la misma manera nunca subirás por una pared la cual no te has convencido a ti mismo que puedes hacerlo desde antes de ponerte magnesia. Subir a un muro –natural o artificial- requiere tal vez una mayor preparación mental que física. El proceso de la escalada es en sí una representación de cualquier lucha en la vida, en la que requieres planeación, concentración, decisión y tenacidad. Los escaladores desarrollan en la roca habilidades que sirven para toda la vida. Hay incluso quienes ven a la escalada como toda una forma de ser, una terapia, un ejercicio físico y mental.
Escalar un buen muro, tan difícil como uno pueda (eso es lo importante) enfrenta nuestros diferentes miedos y nos exige destreza, fuerza y habilidad. Esto quiere decir que nosotros nos exigimos todo. Nosotros decidimos a dónde queremos llegar. La escalada puede ser un medio de purificación y de iluminación. El cuerpo adolorido y el recuerdo de haber conseguido un paso difícil compensa el dolor y el haber evitado la fiesta del día anterior. La escalada nos exige ser sanos y fuertes, pero esto aplica tanto al cuerpo como a la mente. Nos obliga a tener la mente despejada, a olvidar por un momento problemas mundanos, que por muy importantes pierden sentido cuando mis dedos se apoyan en la roca. Los problemas de la vida desaparecen cuando quiero aferrarme a una regleta o permanecer un par de segundos más en un sloper. Si no tengo casa o trabajo, se me olvida bajo el cobijo del cielo y el abrigo de la montaña. Si no tengo dinero, no importa, porque ni un millón de dólares me van a acercar al siguiente agarre, no necesito ni un peso para triunfar y llegar a la cima. Por eso la escalada es una especie de religión. Una creencia en uno mismo. Una preciosa metáfora del vivir. Sin importar si escalamos 6a u 8c+, la escalada tiene algo justo para sacar lo mejor de todos nosotros, de exigirnos al máximo, pero de igual manera de darnos lo único que solamente ella –y sólo cada quien- puede darse: la satisfacción de lograr lo que uno se propone y que eso se refleje en todas las áreas de nuestra vida.