domingo, abril 23, 2006

Sin miedo

Cualquier perforación puede ser sumamente erótica. A quienes nos gustan, lo sabemos al ver una hermosa joya en la ceja, en la nariz, en los labios o en la lengua. Sin embargo, las perforaciones en los genitales además de tener una increíble fuerza erótica, se encuentran en lugares que aumentan radicalmente las sensaciones durante el acto sexual. Hemos logrado transformar nuestra anatomía a través de perforaciones para poder tocar y acariciar lugares que de una manera normal no se podría.
La belleza del rito consiste en que no sólo lo haces por ti, lo haces también por tu pareja. Es un acto personal para gozar juntos el enlace de la piel y el acero. El contacto, la caricia, el éxtasis. Es a veces un compromiso, es a veces una muestra de amor, es agrandar tu vida de pareja. Es crear un vínculo. Te haces cómplice del otro en una búsqueda por saciar tus fantasías y las de ella o el. Es algo que fabricas en solitario, pero que encuentra su verdadero sentido cuando lo expones al amor de tu pareja.
Todo es buscar el mayor placer y hay diferentes piercings que logran el cometido. El Prince Albert, cuando es expandido lo suficiente, permite que las sensaciones en ambos sea muy placentera (particularmente para el hombre, ya que una parte está siempre rozando la uretra, extremadamente sensible). El triángulo, aunque no otorga al hombre una caricia física muy intensa, es súmamente erótico y verdaderamente estimula al sexo oral.
Cualquier perforación en el cuerpo del pene, como el Dydoe, Frenum o Lorum, aumentan las sensaciones en ambos muchísimo, al grado de provocar dolor si no se manejan con precaución, al igual que las de los labios mayores o menores en la mujer.
El Apadravya me parece el rey de las perforaciones genitales, ya que por la anatomía de la mujer, permite rozar el clítoris y también estimular fuertemente las sensaciones en el hombre, sobretodo si se coloca en el cuerpo del pene y no en el glande. El Ampallang es más radical, al hacerse de forma perpendicular a la entrada de la vagina, hay muchas mujeres que lo consideran demasiado extremo, por lo que cada pareja tiene que pensar muy bien las perforaciones que vayan a hacerse.
Irónicamente, la cicatrización de los genitales no permite que se tengan relaciones durante las primeras semanas, por el riesgo de infecciones y de agrandar la herida. Aunque el tiempo de espera bien vale la pena. Obviamente, al realizarse la perforación en una zona tan sensible, el dolor es mayor que en una ceja o en un piercing superficial. Puede parecer contradictorio el hecho de causar dolor en zonas que están diseñadas para el placer, pero en ocasiones la línea entre dolor y placer es muy delgada y para algunas personas, es básicamente lo mismo.
En general, puedo afirmar que la perforación de los genitales es una consecuencia de la búsqueda del placer, de un placer diferente. De un rito que se disfruta más en pareja. Es ignorar los tabús y el miedo al dolor, es un fin que justifica los medios. El acto sexual se vuelve más místico, más especial. Hacerse un Clit-hood, un Guiche o ponerse argollas en los pezones te convierte en parte de una élite. Te hace parte de un grupo selecto de hedonistas, de orgullosos portadores de secretos instrumentos eróticos. Requieres de entrega, de coraje y de cuidado. Pero la satisfacción que te da el contacto, la sensación o la simple contemplación de tus enjoyadas partes nobles, no puede sino ponerte una sonrisa en la boca. No dejas de pensar que todo valió la pena, te lo recuerda el peso del acero y el sonido de los metales campaneando cuando caminas o haces el amor. Así son estas perforaciones, te cambian y te marcan, las tienes ocultas pero se reflejan en tus ojos y en la actitud que tienes ante el mundo, porque una vez que lo has hecho, parece que serás capaz de hacer cualquier cosa. No hay límites.