viernes, noviembre 26, 2004

Recuerdos I

Muchas son las razones que nos llevan a escribir. A veces me siento tan deprimido que sólo las palabras pueden ser purgantes de ese sentimiento, a veces guía mi mano una inmensa alegría. Hoy quiero escribir para recordar.
Hoy quiero evocar viejos recuerdos, memorias de cuando comencé a vivir solo. Cuando dejé casa de mis padres para iniciar una vida que en aquél entonces se me antojaba fácil y gozosa y que terminó siendo una lucha encarnizada entre el querer y el deber.
Recuerdo cuando vivía en el departamento de la calle Tabaquitos, cuando Xavier pasaba por mí a la chamba y nos ibamos a fumar y hablar por horas de nuestros proyectos inmediatos: él se iba a Guaymas a estudiar la carrera (gracias a una bien merecida beca) y yo estaba a punto de irme a Los Ángeles, a tocar y dar el rol. Por aquél entonces yo viajaba mucho a Chihuahua y aún hoy recuerdo la ambigua sensación del frío norteño y la calidez de un grueso filete de La Calesa después de una jornada de trece horas de trabajo.
Recuerdo cuando me fuí a L.A. Recuerdo tocar en las noches hasta que los vecinos mandaran a la policía, lo que nos hizo rentar un estudio para ensayar durante las madrugadas. Recuerdo los Moon Tribe Raves, celebrados en el desierto de Mojave, que entonces se transformaba en una inverosímil reunión de extraños personajes y drogas de todo tipo. Recuerdo manejar la bicicleta desde Hollywood hasta Santa Mónica para hacer mis primeros pininos surfeando en las heladas aguas de Malibu Beach.
Por aquél entonces solía ir a Guaymas a visitar a Xavier. Fue una época realmente hermosa en la cual me terminé de enamorar del océano y de la ciencia. Un tiempo para aprender cosas que me cambiaron para siempre, como astronomía, pesca, esquí acuático y buceo. Me acuerdo que aprendí a bucear en la panga que me llevaría a mi primera inmersión, que fue una maravillosa y alucinante experiencia en medio de millones de seres bioluminiscentes, en donde ví por primera -y hasta ahora única- ocasión a alguien (ese alguien era Diego) pescar con cuchillo. Pocas cosas me han dado tanto gusto como haberme certificado por "Macho Diver".
En Guaymas conocí más de mi mismo, una espectacular comunicación y congruencia con mi persona tenía lugar a cada momento, aunque se volvía más intensa cuando tocaba solo en la playa, con mi batería portátil. En retrospectiva, sin esos viajes no sería yo el que soy ahora.
Después de L.A. me fuí a Ensenada. Inspirado por tantas cosas que aprendí en Guaymas. Ensenada bien pudo haber sido una de las mejores épocas de mi vida, durante la cual me integré y me terminé de alocar completamente, extasiado por mis nuevas experiencias en el mar, en la montaña, en el desierto......(continuará).