sábado, febrero 25, 2006

Las Palabras de La Noche y La partida del Sr. Ampallang

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El Sr. Ampallang vivía plácidamente atravesado en la anatomía y el pensamiento de un cuerpo humano; acompañado desde hace algunos años por sus vecinos, el Sr. Apadravya y el Príncipe Alberto. Éste trío tan singular se ha hecho compañía desde hace varios meses, entre deseos y frustraciones agrupadas en pares exactos, entre el sueño y la vigilia, entre campanazos de acero y tañidos de barras y semicírculos. El Sr. Ampallang, en una perenne posición horizontal, se desaburre de los meses solitarios entre muecas idénticas y energías variables. Aunque no se acomoda del todo bien en su posición transversal respecto al Sr. Apadravya, ha permanecido en su sitio por empuje de una voluntad pura e inquebrantable, sin razones de peso. Sólo inamovible por una especie de respeto por todo el trabajo que le costó llegar hasta donde estaba. Su llegada fue repentina, pero en principio definitiva. Apenas un puñado de veces se había aventurado a salir de su madriguera y por muy insostenible que fuera su posición, nunca había pensado en irse. Raíces le sostenían al sustrato. El miedo al dolor lo mantenía en un estado pétreo que –sin embargo- era particularmente cómodo, en una especie de levedad que contrarrestaba su pesadez natural y le permitía coexistir con sus vecinos mediante una relación un tanto testicular, viviendo juntos y a la vez cacheteándose.
El Sr. Ampallang nunca se imaginó que aquella noche diferente, sin la acostumbrada y casta soledad en la que vivía, saldría de su acojinado hogar para internarse en el vacío e integrarse con el frío del ambiente hasta que sus propias puertas se cerraran y le vetaran por siempre el paso a su antigua morada. Por supuesto que no lo imaginaba (y quizás de haberlo sabido, no lo hubiera hecho) y la sorpresa de una salida tan repentina como su llegada se le mezcló con una resignación feliz que tampoco esperaba y que lo mantuvo lejos, otra vez en una indefinida pero tal vez de nuevo limitada ausencia. Su partida fue triste, sin duda, pero lo tomó como un cambio y –en general- los cambios siempre le han parecido positivos. Ésta es la historia de su partida.

Señalando obvias coincidencias, Ampallang se escribe con “A” de Alejandra, con “A” de Amistad o de Amor. “A” de Alegría, de Atrevimiento, de Alcohol, de Ameno y de Aventura. Con “A” de Abrazos y de Ansiedad, de Ardor y Arrojo, de Animarse, Arrobo y Alcanzar. “A” de “Antes lo había deseado” o de “A mí me gustas”... y todas éstas palabras podrían entretejerse y acomodarse fácilmente para que contaran la historia.
Pero en un afán de licitar ciertos recursos del lenguaje, vienen a mi mente otras palabras, tales como: “Besos”, “Tacto”, “Emoción”, “Sueño Realizado”, “Deseo”, “Orgasmos”, “Plática”, “Tranquilidad”, “Risas”, “Verte a los ojos”, “Suspiro”, “Picado”, “Me gustas”, “Te Quiero”, “Háblame” o “No me hables” pero también “No te vayas”, “Aquí estaré”, “Ilusiones” y hasta “Lista de Pendientes”. De todos modos estoy seguro de que las palabras nunca aspiraron a describir todo el remolino de sucesos, experiencias, decisiones, coincidencias y tiempos que rodearon y acompañaron a ésta última quincena.

El Sr. Ampallang dejó su morada en medio de este nudo de ideas y palabras. Con pocas explicaciones y razones, pero con la idea fija de despejar un poco el camino. Al final su partida fue parte de una tremenda concatenación de hechos que involucran a U2, un par de aventuras, una verdadera amiga, a mi abuelo y unos cuantos miles de pesos.
Todos éstos eventos seriados se pierden entre mi falta de memoria y varios íntimos secretos. De nuevo me encuentro escribiendo para mí, pero dejando un par de señas para la única persona que puede entenderlas todas y guiar la historia. Más de nosotros dos, hay más personas que saben perfectamente a lo que me refiero, pero éstas letras son para nosotros. Son para ti, que tal vez las lees rolando los ojos hacia el cielo o con una risilla emocionada, hasta ahora no puedo saberlo. Son para ti, que me hablaste con tanta honestidad y con dura franqueza, pero también con un amor y un delirio inexplicables.
Me escribo y te escribo. Para darte las gracias por tu compañía y por tu dulzura que –un tanto diferente a lo que conocía- simplemente confirmaron tu existencia en mi vida, tu amor en mi corazón, tu idea en mi mente. Eres la misma que conocí, en una faceta diferente. Eres quien me dio lo que nadie me había dado nunca. Eres la misma y también eres otra. Eres mágica pero real, eres terrena pero irreal. Eres quien labró (y no “dibujó”) una sonrisa en mi rostro. Eres quien cambió mi perspectiva y quien cumplió mi fantasía. Eres una persona que sólo se puede encontrar una vez en la vida. Por eso me siento afortunado, porque te diste y me dejaste darme. Porque me hiciste el amor y me diste dolor, porque me hiciste sentir vivo, porque me hiciste ignorar pasado y futuro, porque me pude perder en tu grandeza, porque me diste algo de tu espíritu indomable y de tu sed por conquistar. Porque me aceptaste y me rechazaste, porque fuiste ambiguamente transparente. Porque fuiste paciente y tolerante y aún así te diste el lujo de desesperarte y hartarte. Porque te quedaste y te fuiste, porque tal vez regreses, porque tal vez nunca lo hagas y a pesar de ello te siento dentro de mi alma, como si –para empezar- nunca te hubieras ido.

La despedida del Sr. Ampallang no causó un eco como el tuyo. Fue parte de la sacudida, del movimiento de tapete, de la fractura del esquema. Y fue tan duro que nunca volveré a ser el mismo, ahora soy un poco más y solamente gracias a ti. Porque pusiste de nuevo la frase en mi cabeza: “Hay cosas que nunca cambian, pero hay ciertas cosas que SÍ cambian”. Eso es una gran fortuna, igual que la suerte de cruzar mi camino con el tuyo. De éste nudo de eventos salí ganando, aunque no creo que haya perdedor alguno. Es más, la solución que trajiste a mi vida fue similar a la de Alejandro Magno cuando fue enfrentado con el Nudo Gordiano. Sencillamente sacó su espada y partió al nudo en dos. El problema fue radicalmente resuelto. Gracias de nuevo!