miércoles, febrero 15, 2006

Deliciosos momentos

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Dicen que "de no ser por estos momentos y los días de pago, valdríamos madre". Totalmente de acuerdo.
Hubo un tiempo en el que yo pensaba que la felicidad sería hacer lo que te gusta, todo el tiempo. Ahora pienso que hay que hacer lo que se debe hacer. Los instantes que podemos robarle al tiempo para disfrutar la vida no pueden ser muchos, a menos que uno corra con suficiente suerte (digamos, en este país) como para ser deportista profesional o artista con mecenazgo.
Sin embargo el resto de nosotros -pobres mortales- debe cumplir su deber generalmente en una chamba que no es la ideal. No quiero sonar como Tyler Durden cuando decía "Trabajamos en lo que no nos gusta para comprar lo que no queremos", pero la realidad de la sociedad moderna está basada en el consumismo, que muy poco puede ofrecer a un hippie nato, como este Rofloki, que no termina de aceptar las máscaras de la sociedad, los "placebos espirituales". No entiendo cómo puedo sentirme más vivo comprando una rasuradora en The Sharper Image, pero sí puedo explicar el porqué -por ejemplo- el Surf, la Escalada en Roca y la Pesca Deportiva forman mi "Sagrada Trilogía del Deporte", como la nombraba Gustavo Danneman:
La Pesca Deportiva consiste en esnorquelear y utilizar un arpón hawaiiano para cazar un pez. No se vale oxígeno. Tampoco arpones mecánicos. Esto lo hace un enfrentamiento casi parejo entre el Hombre y la Naturaleza, en donde dejamos nuestro medio habitual para enfrentarnos a pulmonazos con un habitante verdaderamente adaptado a ese medio. No hay nada como comer una cabrilla o un lenguado después de haberlo perseguido y cazado por un par de horas. Tampoco es fácil describir cómo el pez lucha antes de convertirse en pescado, cómo te espina y tienes que sacarle las agallas para que deje de moverse. Todo esto sucede mientras uno sigue tratando de llegar a la superficie...
El Surf es la mezcla perfecta entre Acción y Contemplación. Es observación, paciencia e inteligencia que después se convierten en acción directa, acciones impulsadas por el instinto, por la adaptación constante a nuevos factores. Es pensarlo todo y no pensar nada. El miedo de enfrentarse a olas de cinco metros (las más grandes que yo haya surfeado, aunque -por ejemplo- Taylor Knox ganó en 1998 el Big Wave Riding Championship, cuando se deslizaba por una ola de veintidós metros en el punto "Killers" en la Isla de Todos Santos, Baja. El agua helada del Pacífico al rebasar el paralelo 28. Las sacudidas de los revolcones. El pánico que uno siente tras tratar de emerger después de una buena revolcada y darse cuenta con un golpe que se estaba nadando en sentido contrario. La dificultad de los "patos" cuando uno intenta adentrarse en la rompiente con olas de tres metritos... Pero todo se compensa con esa sensación de vuelo a ras del agua, con ese flotar sobre la espuma rompiéndose. El Tubo. El magnífico tubo que te cambia la perspectiva de todo cuando te sientes en un cuarto circular con movimiento, bajo un labio que amenaza con partirte la tabla y la madre. El escupitajo que te avienta por los aires...´Qué pequeños somos cuando nos enfrentamos al Océano. Sin embargo la satisfacción es indescriptible...
Por último, la Escalada en Roca. En esencia, es una lucha contra uno mismo. El convencerse de que puedes subirte a una pared lisa de veinte metros de altura. El ignorar tus miedos y confiar en tus manos y en tus piernas. Te olvidas de la cuerda. El mundo de la Roca es silencioso. A veces todo lo que hay es una cordada en par y un muro altísimo. Ignoramos que todo depende de nosotros. Mi maestro de Tae Kwon Do Adolfo Lomelí nos decía: "El que domina a los demás, es poderoso. El que se domina a sí mismo, es invencible". No hay nada más cierto en la escalada: nos vencemos a nosotros mismos, a nuestros peores miedos. Aún con cuerda sientes que venciste a tu propia muerte. Aunque sea un paso a treinta centímetros del suelo, sabes que es un 6c+ (5.10d en la escala YMS) en el que dejas la piel y el alma por los tres pasos clave, pero cuando lo logras, cuando vences a la duda y a la incertidumbre, sientes que creces, que estás más vivo.
Y así me siento también tocando el bajo o la bataca. En contacto con la belleza, no importa si es en forma de arte o de deporte. La plenitud se alcanza mientras lo haces y al terminarlo. A veces no importa el resultado, la frustración nunca es el resultado de tu mejor esfuerzo. Es más, así conviertes tus errores en aciertos.

En fin, a estas alturas ya me dieron muchas ganas de irme de la Ciudad del Caos. Y lo voy a hacer, pero antes necesito completar otras cosas, cerrar ciertos círculos aún abiertos. Mientras tanto puedo recordar y platicarlo. En un afán por convencer a alguien de que un día se anime a hacerlo, si es que nunca lo ha hecho. Vale la pena. Tanto, que a veces uno siente que esos deliciosos momentos son los únicos (aparte de los días de paga) que le dan sabor a la vida.