martes, enero 11, 2005

La Libertad de Asterión

Asterión ha tenido frío toda la noche. La larga caminata desde la cueva lo ha dejado rendido. Sin embargo, ha cumplido su promesa. Asesinó al último de los Teseos ante la mirada aterrada de Ariadna. Sólo esperó a oír la fractura del cuello de su víctima. No quería cometer errores y se limitó a atacar y a matar. Mordió, mató y salió corriendo. Escuchaba aún en su cabeza los gritos de Ariadna mezclados con las palabras que tanto le habían azotado y seducido en sueños: Libertad, libertad. Su estirpe de dioses devuelta a donde pertenece, pero sobre todo, libertad.
Ha caminado dieciséis leguas al norte y seis al oriente. Se ha detenido sobre el monolito de piedra granítica. Se ha rendido. Se ha arrepentido y ahora espera acostado sobre la piedra. Su cuerpo inmóvil aún tirita por el viento helado que ha llegado hasta sus muslos por las numerosas y repetidas embestidas.
Haciendo acopio de fuerzas, gira su cuerpo pausada y torpemente, apoyándose con los codos, arrastrando las nalgas en dolorosas convulsiones. Cuando su espalda helada se apoya sobre la roca fría, su columna cruje repetidas veces hasta que por fin logra acomodarse. Suspira profundamente. Aguarda en silencio. Sabe que el sonido está a punto de darle la señal que le han indicado. Sabe que la hora ha llegado.
Al abrir los ojos, las estrellas se van iluminando frente a él. Justo por encima de su cabeza se encuentra Antares. Mucho más cerca del horizonte se alcanza a distinguir el brazo del Sagitario, apenas perceptible. El resto de las constelaciones se pierden entre el delirio y el olvido.
Desde el horizonte surge el sonido. Apenas audible. Un zumbido apagado parecido al de un mosquito. Asterión cierra de nuevo los ojos y espera. El zumbido ahora es perfectamente audible. Parece que viniera de todos lados, producido por la misma tierra, pero Asterión bien sabe que lo causa la estrella. El sonido aumenta y ahora parece un enorme abejorro enfrente de Asterión. Ahora tensa su cuerpo, esperando lo que sigue. En cuanto Nunki aparece sobre la bruma del horizonte, el sonido se hace agudo, como un chillido, como miles de pizarrones siendo rascados con las uñas. En ese mismo momento el dolor empieza. Su cuerpo se convulsiona febrilmente, jadea, ruge. Los huesos crujen y su piel se rasga. Del interior surgen los músculos y el esqueleto reconvirtiéndose, transformándose. Surgen las entrañas efervescentes y vuelven a integrarse en ese todo horrible de piel, huesos y sangre. Su voz se confunde con el rugido de la bestia, un relincho y un grito apagado. El negro convertido en plata. Los cuernos en largos cabellos. La transformación. El sagitario toma entonces el control del cuerpo, la voz de la bestia se escucha: “Asterión, te he librado de las fauces del Minotauro. Te he transformado en mi flecha para que vivas por siempre en las estrellas, las que siempre te estuvieron vedadas en el laberinto”.
Dicho esto, el sagitario tomó la única flecha de plata de su carcaj y con un rápido movimiento la tensó en su arco.
“Asterión, ahora eres libre”.
Y en un segundo la vida del minotauro fue transformada en una estrella. Clavada entre Shuba Y Shaula, Asterión se regocija con la vista que le entrega su nueva vida: Girando y girando alrededor de los mortales.