jueves, febrero 10, 2005

La Casita

En el 460 de la calle Álamo Plateado vivía uno de mis mejores amigos: El Chuy. La casa mayor, la que contenía a "La Casita", fue alguna vez un kinder en donde seguramente muchos niños aprendieron a leer, a abrocharse las agujetas, a ir al baño.....En la época que a mí me tocó, aprendimos cosas completamente diferentes, como a dar los primeros besos (que luego evolucionaron a "fajar"), las primeras borracheras (que a su vez evolucionaron en pedas alucinógenas) y algunas otras cosas que por discreción, creo que dejarè para los audaces -o curiosos- que sigan leyendo estas líneas. La Casa de Chuy era el cuartel general, la casa común, el refugio de todos nosotros, los amigos de Chuy y también los brothers de su hermano, Germán. Era un edificio de un solo piso que abarcaba unos 20 metros de fachada, la verdad era bastante grande. Sobretodo al considerar que contenía una alberca y un enorme y precioso jardín con una jacaranda que daba agradable sombra todos los días del año. La entrada se encontraba justo en la parte media de la fachada (que se sumergía unos cuantos metros al comenzar la casa) al cabo de bajar unos cinco escalones. Tras la puerta estaba el recibidor, que daba directamente a la sala. Del lado izquierdo estaba un pasillo que daba a las recámaras (en alguna vez pequeños salones) y al fondo llegaba uno a la estancia, grande y siempre poblada de los cuadros y esculturas de su papá. La cocina asomaba a la derecha, siempre concurrida y milagrosamente siempre bien abastecida -a pesar de nuestros continuos asaltos. De la estancia salía uno al jardín, que abarcaba posiblemente la mitad -o más- de todo el terreno y que además tenía una pequeña casita de juegos originalmente pensada para el recreo de los pequeñuelos.
Cuando tomamos posesión de la casita, la hicimos nuestro lugar de reunión, de pláticas y al final acabó como el cuarto de ensayos de La Última Versión.
Tengo tantos recuerdos de esa casita, como la vez que pintamos con spray y todos acabamos hasta la madre. También cuando llevé una colección de revistas porno que causaron sensación. El "Alcoholy Queen" y la creación del apodo del "Lagarto". El grito desgarrado de "¡maaalooo!". Don Chapis gritando: "¡Organícence muchachos!". Una Brozza primitiva girando alrededor de la alberquita para hacer olas. La vez que casi nos apañan fumando y me la saqué con el pretexto de que la puerta estaba mordiendo el cable del teléfono. La vez que sí logramos el cometido, y de tal forma, que a Fer se le olvidaba respirar. Las esculturas en proceso. Las hermosas pinturas que me viajaban y me hacían reflexionar. La primera vez que ví "Urotsukidoji". El Voltron tratando de violarme mientras yo subía una bocina para la tocada de la noche. La increíble cantidad de gente que asistió esa misma noche. Pepe, Cheno, Germán, El Rich, el Cantarel y el resto de la banda cobrando las entradas o cobrando las cervezas junto con las novias de todos nosotros. Los partidos de Ping-pong. El verano que Gallo y yo pasamos sumergidos en alcohol. Los tacones de la tía Paz y sus pláticas eróticas. La inmensa biblioteca. La tienda de skate que luego fue papelería y tiendita. La sesión de fotos en los hoyos (y la increíble historia de su creación). Los fantasmas. La vez que jugamos a la Ouija y se nos fue la luz a todos (¡hasta a los que estábamos haciendo trampa!). El toquín adentro de la alberca que en los últimos años no recibió ni una gota de agua. Los perros y el ganso (¡ah! y el perico). El volantín de bola y la resbaladilla bajo la jacaranda. El horno de barbacoa. La vez que allanamos un antiguo recinto común. La segunda vez que nos pusimos hasta el moco pegando alfombra en las paredes de la casita con resistol cincomil. El exacto día del ensayo en el que llegaron las españolas, que tanto cambiaría mi vida. También recuerdo "escenas románticas" con algunas chicas, de las que me quedan los más dulces recuerdos de descubrimiento, de profanación, de familiaridad. Ahora que no recuerdo muchas cosas, estoy seguro que Los Brozzos se están acordando de muchas otras más (ojalá las dejen por aquí escritas) y se me hace un breve nudo en la garganta. Toso un poco y termino de escribir:
Todo eso queda ahora en la memoria. Ese lugar mágico desapareció tras algún tipo de interés comercial. Sin embargo existe. Es parte de mí como lo es de las diez personas que más quiero. Que vivimos ahí emociones y tristezas, enojos y alegrías. Un lugar que nos hizo y nos permitió integrarnos como lo hicimos. El lugar que vió nacer a La Brozza, que prestó sus instalaciones para la firma de la constitución Brozzil. El lugar que hoy recuerdo con infinito amor y no poca tristeza. Porque me hace recordar que hace quince años la vida era otra cosa, otra perspectiva. Hoy le rindo tributo a la casa grande, a la tiendita, a la alberca, al jardín y sobre todo a la pequeña casita de ensayos de Los Álamos.